Pestañas

13 marzo, 2008

Muchas ciudades

Acabé ‘Nueva York, el deseo y la quimera’ con la sensación de que Nueva York sea una ciudad inabarcable, pero también con la convicción –y nunca he pisado sus calles- de que hay tantos Nueva York como visitantes o personas que viven allí. Y que tiene un imán que la hace deseable para vivir.

Alfonso Armada, que hace un esfuerzo sobrehumano por escribir este libro –“a medida que escribo siento el deseo de dejarlo todo y salir a la calle”- escribe que “aunque es una ciudad simbólica sobre la que se proyectan sueños y deseos acaso como en ninguna otra, está habitada, es real, y de su realidad parte también su capacidad emblemática, para convertirse en ciudad que otros han convertido en algo distinto de lo que en realidad es, aunque lo difícil sea descubrir qué es exactamente, en qué medida atiende a toda la serie de descripciones que se han hecho de ella, en qué medida son ajustados o ciertos los epítetos, y esa casi certeza de que es, más que una ciudad, muchas ciudades, todos los lugares y al mismo tiempo ningún lugar, capital y periferia”.

En otro momento del libro escribe también que “si Nueva York es hiperfamosa (ciudad/país de superlativos, que pierden gas o cobran fundamento en cuanto son lanzados al campo semántico de la realidad) y todo el mundo parece querer estar aquí: todo el mundo que sueña con sacar la cabeza por encima del resto del mundo y muchos que simplemente quieren sacar la cabeza del fango para respirar. Otra de sus falsas premisas que puede resultar cierta: inocula una adicción. Pero compartir ese sentimiento se ha vuelto un objetivo demasiado costoso. No hay por qué compartir ese sentimiento, sentir lo mismo”.

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